El pasado 24 de diciembre, desde este medio se difundió un fragmento de la carta abierta firmada por los “Vecinos insulares y continentales congregados por un nuevo delta”, donde se pone blanco sobre negro la situación que atraviesan los habitantes de la región del Delta del Paraná en Campana.
Continuando con la sólida y extensa misiva, en esta oportunidad, el segmento publicado corresponde a la suspensión en el tiempo a la que se ven sometidos los isleños donde, a pesar del comienzo de un nuevo año, “las vecinas y vecinos no suben de categoría” y “de ciudadanos de segunda se pasa aún más al fondo, para repensarse de cuarta o quinta”.
El tema central de este recorte se posa en la problemática de la salud. El receso de vacaciones escolares, trajo consigo la profundización del aislamiento en la isla. Es que las posibilidades de llegar a la salita ubicada en el corazón de la Isla se vuelven nulas, imposibles.
La sala, está “sostenida estoicamente hace años por la inquebrantable vocación de una enfermera y un escueto cuerpo médico que aleatoriamente la acompaña, haciendo malabares con los pocos recursos que disponen”. Durante el año, la mecánica de transporte para quienes no poseen medios propios es la siguiente: Esperar el paso de la lancha que transporta a los chicos a la escuela de isla; convencer al patrón de abordo o lograr la autorización de algún directivo escolar que permita ocupar un lugar hasta llegar a destino.
Matías Barutta, navegador crónico de las aguas dulces del Delta y conocedor de las problemáticas que allí habitan, cuenta: “Si se trata de esperar la finalización de los caminos terrestres que la comuniquen con todo el espectro insular de su competencia, la cosa va para largo, muy a pesar de que a partir del 2016 nuestros vecinos isleños comenzaron a tributar la ‘Red vial municipal’, por infraestructura inexistente”.
Por su parte, la carta abierta de los vecinos insulares reafirma: “A fines de agosto, se aprobaron las obras por $3.000.000 para reconstruir y ampliar el Centro de Atención Primaria de la Salud (CAPS) del Blondeau. Un centro de difícil acceso para la mayoría de la población isleña que no cuenta con movilidad ni servicios de transporte. Es decir, una obra necesaria –dado que el sistema de salud en isla es deplorable- pero de alcance limitado o desproporcionado al ser elaborado de forma inconsulta con la comunidad isleña. Y esto no es de sorprender, ya que nuestro municipio no tiene idea de cuantos pobladores habitan cada canal y arroyo, o sobre las riberas del Paraná; mucho menos de sus necesidades, como por ejemplo es el acceso básico al agua potable, cuando muchos vecinos tomamos agua de un río que trasporta el uso desregulado de agrotóxicos por parte de la industria forestal. Vale aclarar, que a la fecha, ni un solo ladrillo fue movido para llevar adelante esta obra de reconstrucción del CAPS.”
Del mismo texto, surgen una serie de reclamos –históricos- en la temática, y que puntualizan en mejoras urgentes en el precario servicio de salud pública, y aprovisionamiento, control e instrucción en el manejo seguro del agua potable; establecimiento de un servicio de transporte de pasajeros fluvial y terrestre de forma regular y supervisados por el Estado; afectación municipal de lancha, camioneta y ambulancia para uso del sector de islas; publicación de informes de impacto ambiental de las empresas radicadas en el territorio.
Irupé – Cuento inspirado en la Leyenda Guaraní del Irupé – Por Paula Alfieri
El nacimiento (1ra Parte)
Tanta prisa llevaba por conocer la luna, que nació en el pontón del tío Laureano, camino a la gran ciudad.
Su hermano río la vio nacer en medio de la noche obscura, rodeada de cientos de estrellas, tantas que algunas flotaban hasta en el agua.
El último grito alumbrador de su madre se clavó en el mismo monte donde las hachas esculpen a los hombres. La cría humana sintió una fuerte presión en su cabeza y una multitud de sensaciones innombrables se abatió sobre ella. El viejo machete cortó el cordón umbilical con inmensurable habilidad y un trozo de fresco junto lo anudó. Entonces todo enmudeció, si hasta el río pareció detenerse en un interminable segundo.
La niña sintió como sus pulmones se llenaban de eso que más tarde llamaría ‘’aire’’. Luego el monte arropó sus primeros llantos y los sauces y las nutrias lloraron con ella, irrumpiendo en el silencio. Todo volvió a su cauce: una manada de ciervos brincó repentinamente entre las sombras, los perros ladraron en los muelles, una lechuza parpadeó escondida entre las ramas y la embarcación siguió su curso río abajo.
La gran bola blanca se asomó y bañó a la pequeña de celestina luz. Sus ojitos se abrieron por primera vez en aquella inmensidad.
El río fue el primero en acunarla, la primera voz que le cantó eran cientos de voces: ranas, grillos, cigarras, pájaros, el crujir de las ramas… El primero en acariciarla fue el cálido viento estival. El Patí y el Dorado fueron los primeros en tocarla cuando los humanos la lavaron en la espesura del viejo río. Las luciérnagas revolotearon a su alrededor alumbrando su carita, los ceibos se retorcieron ante su belleza y los murciélagos lanzaron al aire agudos chirridos de alegría.
‘’Irupé’’ la bautizaron, con el mismo agua marrón.