La puja por una planificación social – Parte II
“Con el mimbre se vive, con la madera se acumula”, esta ecuación básica, que signó la vida del isleño por años, debe ser dejada atrás para dar un salto cualitativo al bienestar, potenciado desde la pequeña escala y necesariamente impulsado por una impostergable intervención estatal.
La zona insular se caracteriza por desarrollar miles de hectáreas cultivadas. “Nos basta una mano para contar los aserraderos a pie de monte (de vital importancia en la cadena de valor al evitar gastos de transportes innecesarios y emplear la mano de obra local) que apenas si alcanzan el primer eslabón de las manufacturas con la elaboración de tablas. Mayormente, la madera local viaja en bruto sobre camiones y barcazas al Tigre y San Fernando para ser procesada y agregarle ese poco valor afuera. A su vez, la incipiente pero potente producción de muebles de álamo queda fuera de juego por falta de marketing”, explica Matías Barutta.
Del mismo modo, en su recorrido por el sector isleño, Barutta pudo advertir que el mimbre, también se configura como víctima también de la concentración económica y de su caprichosa dependencia a un manejo eficiente del agua, y parece extinguirse en el recuerdo de un antiguo cesto dejado en la baulera, aunque aún quedan desperdigados algunos isleños e isleñas resguardando y reproduciendo estos saberes.
“Mientras tanto la producción de miel, hortalizas y cítricos, luego de lidiar con las crecientes y las mezquindades del transporte, no llega mucho más lejos de la frontera del Paraná y queda mayormente para consumo familiar. Al parecer las vacas, en su corto tramo de vida entre las abundantes pasturas del Delta y el matadero en continente, y frente a la inmediatez productiva que representan sus vidas en comparación con la década infructuosa del álamo, son las únicas con alguna perspectiva de valor futuro, si bien todavía la actividad ganadera no se recupera de la última gran creciente del pasado año”, sostiene.
Hoy, las políticas públicas se encuentran en una seria y postergada deuda con los isleños. Hoy, las iniciativas laborales tambalean ante la falta de atención en temas como la informatización laboral, inestabilidad económica, desorganización; una mayor oferta de capacitación en oficios, facilitación de herramientas y maquinarias y financiamiento a emprendedores. Es decir, la falta de planificación social.
“No requiere ningún descomunal desembolso de dinero sino simplemente un equipo de funcionarios y gestores públicos con ideas pro-activas para manejar los recursos disponibles y facilitar cuestiones comunicacionales, de logística y de formalización laboral, entre otras. Los albores civilizatorios occidentales de nuestro Delta se dieron con gringos arrojados a estas islas sin más recursos que lo puesto y con todo un monte por explorar, donde levantaron palacios. Hoy el panorama es distinto: el monte tiene dueño y nosotros mayormente nos olvidamos cómo crecer con él. Pensar en repoblar el Delta está vinculado directamente a fomentar el trabajo como ancla hacia la estabilidad económica y como lazo invisible de integración comunal, soldando así los rotos eslabones de esa cadena de economías vinculadas de antaño”, detalla.
En la misma línea, Barutta define que el mercado interno perdido, somos todos nosotros: “Apoyando el consumo de productos y servicios isleños mantendremos vivo su patrimonio cultural y quizás el día de mañana podamos también elegir a la Isla como nuestro lugar en el mundo para vivir”.