Inicio Actualidad El agua también tiembla: especulación inmobiliaria en el Delta de Campana

El agua también tiembla: especulación inmobiliaria en el Delta de Campana

Lidia y Rubén Cenizo en la puerta de su hogar, hoy amenazado por la avanzada especulativa sobre sus tierras.

A comienzos de este año, una serie de publicaciones realizadas por el fotógrafo e investigador isleño, Matías Barutta, brindaban un panorama crudo, por momentos, desolado, de la actual situación del sector insular del delta campanense. En esta oportunidad, un nuevo artículo propone poner en debate y visibilizar la difícil contienda que libran los pobladores de la isla, ante el advenimiento de una salvaje especulación inmobiliaria, en el marco del desarrollo de megaproyectos inmobiliarios.
Los perjudicados son los de siempre: las familias isleñas que defienden sus tierras, que se convierten en un apetecible objetivo para el loteo.
“El Tigre y la cuenca del Lujan ya están saturados. La empresa desarrollista Brenna lo supo ver y buscó explotar sus ganancias río arriba, a costa de nuestra población isleña y del medio ambiente que los ampara frente al indómito avance del capital privado”, cuenta Matías Barutta. Al respecto, detalla que se trata de dos ambiciosos proyectos inmobiliarios que se pueden chequear en su página web con todos los pormenores (www.brenna.com.ar): “Bahías del Paraná” e “Islas de las Palmas”. Ambos proyectos, según explican en la web empresarial, cuentan con el apoyo del Municipio de Campana.
“Bahías del Paraná, está planteado del lado continental, en la Reserva Natural de Otamendi, a la vera del Canal Santa María y del río Paraná de las Palmas. Este proyecto utilizaría fondos públicos para el dragado de dicho canal y el posterior relleno de un controvertido camino a través de la reserva para generar un acceso terrestre al futuro barrio desde la Ruta Nacional 9, generando un impacto ecosistémico insondable. Islas de las Palmas, ubicado a la misma altura, del lado insular, ya comenzó su loteo. Proseguir, tal cual el diagrama planteado, implica el desalojo de varias familias isleñas, que a la fecha padecen de una persecución y un hostigamiento permanente por parte de los representantes y emisarios del grupo desarrollista, que incluso les han valido denuncias penales frente a las amenazas y maltratos vertidos en su afán de amedrentar a nuestros vecinos y vecinas isleñas”, amplía el investigador.
La familia Cenizo conoce al pie de la letra este escenario. Isleños de quinta generación y con más de quince años de posesión en las tierras que hoy les reclaman, siguen firmes en esta lucha desigual por mantener su tierra productiva y su hogar, frente a la avanzada especulativa que busca instaurar viviendas de ocio y fin de semana. Rubén y Lidia, con dos menores a su cargo y en el trajín cotidiano de ganarle el pan al río Paraná, sostienen una estoica batalla judicial contra el grupo desarrollista Brenna, que el pasado jueves dio un paso adelante con el juicio de desalojo hacia ellos.
“Vinieron con un oficial de justicia engañado” comenta Rubén en el articulo difundido por Barutta; “quisieron engañarnos presentando títulos de otro campo para sacarnos del nuestro”, concluye.
“Si hasta la casa que Rubén y Lidia construyeron con sus propias manos le reclaman. Vale destacar que la primer instancia judicial por usurpación que movilizó el grupo desarrollista, fue resuelta no ha lugar por falta de fundamentos. Frente al generalizado desorden legal de las tierras en isla, cabe primero preguntarse cómo estos grupos empresarios adquieren una cantidad descomunal de tierras a precios irrisorios, muchas veces exponiendo papeles de dudosa procedencia. También, reflexionar sobre la legitimidad en el buen uso de la tierra que realiza una gran parte de nuestra población isleña, que carece de los canales formales de la propiedad privada pero que su posesión queda legitimada por el tiempo y la productividad de las tierras que habitan, logrando su función social y cuidando del medioambiente que los contiene”, explica Barutta y cierra: “Los y las isleñas son nuestros pueblos originarios, quienes han crecido en el barro y quienes defienden el monte, y su cultura y nuestros bienes comunes son lo que peligran cuando se producen estas avanzadas del capital. Peligra el acceso público a nuestro río y nuestras islas. Peligra un modo de vida centenario que tiene todo lo que perdimos en las ciudades y que es necesario proteger, para evitar su paulatina expulsión y el futuro engrosamiento de los márgenes de nuestras ciudades.
En este tiempo salvaje e incomprensible que nos toca vivir, si la tierra tiembla, el agua también, pero no nos iremos de aquí”.

Lidia y Rubén Cenizo en la puerta de su hogar, hoy amenazado por la avanzada especulativa sobre sus tierras.