De profundo estupor e incertidumbre es la sensación que embarga a distintos asociados al Centro del Comercio e Industrias de Zárate, quienes desconocen cuál es el destino y el camino por el que está transitando actualmente la institución, así como su futuro, ante la falta de toda acción encarada en defensa del comerciante, sus representados asi como de llamado a elecciones.
Debemos estar de acuerdo que desde hace algunos años el desdibujamiento del «Centro» es una constante.
Quizás sea fruto de las transformaciones que viene sufriendo el ejercicio del comercio, así como el abandono de la actividad por parte de familias tradicionales de Zárate o por la incorporación de franquicias impersonales -generalmente en manos de personas de fuera de la Ciudad- lo cierto es que hoy a la institución únicamente se la reconoce y se le agradece por no tener que hacer fila en el Banco Provincia para cancelar determinados pagos. Y nada más que por eso. Sabe a poco.
Resulta bastante lamentable y magra la actividad para esta unión de pioneros dirigentes y comerciantes que supo enarbolar la bandera de la defensa gremial de la actividad comercial -verdadero motor de la Ciudad- en el Partido de Zárate.
Sin caer en tener que indicar nombres propios, comparando comisiones que rigieron los destinos del Centro décadas atrás, es fácil notar que las de los últimos años han arribado con marcado interés en llegar al cargo sin que pudiera observarse que pusieran empeño en la misma proporción, una vez que lo obtuvieran.
Por el contrario, podemos recordar que años atrás el interés por acceder al cargo era menor y mayores los resultados que se obtenían en la atención para solucionar los problemas corporativos. El objetivo era tener resultados para los comerciantes y no llegar para quedarse con el «carguito».
Quizás hoy domine las personalidades un prurito de notoriedad que antaño no tenía lugar, pero resultaría fundamental que el Centro de Comercio vuelva a ocupar un lugar de peso entre los actores sociales y económicos locales, siendo ocupado por parte de gente del comercio, que sepa del rubro, y cuyo interés pase -exclusivamente – para identificar los problemas que afectan al sector y que porte ideas para acercar a las autoridades de cómo resolverlas o, al menos, intentarlo.
No se pretende, aunque bienvenido sería, que se vuelva a las fiestas que solían reunir a comerciantes y a sus familias, o a los sorteos de autos con que se amenizaban esos encuentros, pero por lo menos que no se evidencie que el único fin en que haya caído el objeto de la institución sea llegar a presidirla para alquilar su inmueble y poner ventanillas para el cobro de impuestos y servicios.
Pregunta similar debemos hacernos con relación a otro lugar del que cada vez emerge menos actividad, a pesar de su privilegiada ubicación y ampuloso nombre. El emblemático Club Argentino, de calle 19 de marzo, entre Independencia y Rómulo Noya.
La oscuridad de su interior, que se aprecia a través de sus ventanales, se corresponde con la de su escasa actividad, o mejor dicho, inactividad social.
Este tipo de instituciones, que vale la pena recordarlo, se crearon para dar respuesta a los desafíos y la socialización que surgían del ansia de progreso de quienes nos precedieron, en este caso, en la Ciudad de Zárate, hoy tienen un presente tan ignoto como sus comisiones y su (in)actividad.
Si bien es sabido que los escenarios han cambiado, que ha habido grandes volatilidades, sobre todo en los comportamientos y prácticas de relacionamiento sociales, y los centros de reunión han ido mutando; también la forma de debate ha ido variando y las discusiones se fueron dando a través de otras vías, no podemos aceptar que la derivación de todo eso sean edificios cuasi majestuosos bien ubicados, que carecen de la actividad e incumplen la finalidad para la que fueron concebidos.
Mientras tanto, las demandas que le dieron origen, con algunos cambios, siguen vigentes sin que las instituciones que imaginaron nuestros vecinos de una centuria atrás, den hoy una respuesta.
Sería deseable que además del cumplimiento de sus fines sociales, los zarateños pudiéramos disfrutar de la forma que las instituciones propietarias pensaran como más apta, de los inmuebles céntricos que poseen, poniendo en valor los mismos y, extremando su uso en cumplimiento de sus fines sociales, incorporándolos a un circuito social y cultural lo más amplio, plural y democrático posible.