Inicio Actualidad El Ceibo: Con sus hermosas flores rojas, simboliza el amor y la...

El Ceibo: Con sus hermosas flores rojas, simboliza el amor y la pasión de Anahí

En el Centro de la Ciudad: Brown al 600.

Llegó noviembre, y los ceibos están en flor. Una flor perfecta, un regalo de la naturaleza para América ya que el ceibo o bucaré es un árbol originario del continente sudamericano especialmente de la zona litoral y norte argentina, de Uruguay, Brasil y Paraguay.
Su flor que presenta los cuatro ciclos florales (caliz, corola, androceo y gineceo), por ende es hermafrodita, pues están presentes los dos sexos en cada una de las flores. El nombre botánico es Eryhrina crista-galli (aspecto parecido a la cresta de un gallo).
Es nuestra flor nacional, así la reconocemos desde 1942 y su día se celebra, el 22 de noviembre desde el 2008.
NUESTRA FLOR NACIONAL
Resulta oportuno recordar los motivos por los cuales la flor del árbol de ceibo es reconocida como Flor Nacional Argentina. En 1941, el gobierno, a través del Ministerio de Agricultura, designó una Comisión Nacional encargada de estudiar y proponer cuál era la flor que mayores méritos reunía para ser proclamada flor nacional. Dicha Comisión estuvo integrada por nueve miembros, representantes de importantes expresiones culturales del quehacer nacional. La presidió el doctor Ricardo Helman y la mayoría sus miembros (5 sobre 9) se inclinó por la flor de ceibo. Luego, el presidente Ramón S. Castillo y la totalidad de su gabinete lo aprobaron por unanimidad. El decreto respectivo lleva el Nº138974 de fecha 23 de diciembre de 1942.
El ceibo crece en las riberas del Paraná y del Río de la Plata, pero también se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas. Domingo F. Sarmiento, nuestro prócer, quien era un admirador de nuestro Delta donde vivió, frecuentando Zárate cuando la construcción del Arsenal de Marina, en una carta a su hijo Dominguito con fecha 2 de diciembre de 1851, menciona particularmente a los ceibos:
«Mi querido Dominguito: De mi viaje a Entre Ríos, te cuento que hay en todas las orillas del Paraná y del Uruguay bosques enteros de ceibos que ahora están floridos. Que te muestren allá un ceibo y verás que flores lindas».

La bella leyenda de Anahí

Según cuenta la leyenda, la flor del ceibo nació cuando la indiecita Anahí fue condenada a morir, tras participar en un cruento combate entre su tribu guaraní y el ejército invasor.
Estando allí, ella cantaba feliz en la selva, con una voz dulcísima, tanto, que se decía que los pájaros callaban para escucharla.
Pero un día resonó en la espesura el ruido de las armas: se cuenta que Anahí luchó a brazo partido como un hombre, pero que finalmente fue apresada y condenada a la hoguera.
Los soldados la ataron a un tronco, amontonaron a sus pies pajas y ramas secas, y al rato una roja llamarada encendió tanto al árbol como a la indiecita.
Ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que le entregaba su corazón antes de morir.
Su voz estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado: consumido el fuego, los soldados se sorprendieron al ver que el cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores rojas como las llamas que la mataron, hermosas como ella misma no había sido nunca.
Así nació el ceibo, la flor rubí que ilumina los montes del litoral y que encarna el alma pura y altiva del indígena, que fue declarada Flor Nacional Argentina, por Decreto 138.474 del 23 de diciembre de 1942.
Tan bella leyenda explica que la flor de ceibo haya sido considerada como un símbolo de la pureza y de la dulzura, a la vez que de la rebeldía indomable y altiva. Emblema vivo de tales virtudes -a más de acreditar a su favor otras cualidades- no puede admirarnos que cuando nuestro país resolvió designar su flor nacional, otorgara el galardón, a justo título, a la flor de ceibo.
Músicos y poetas y también cantaron a la flor del ceibo. Refiriéndose a Anahí, relata Osvaldo Sosa Cordero:

“La noche piadosa cubrió tu dolor y el alba asombrada miró tu martirio hecho ceibo en flor”.