Los inspectores de Tránsito estuvieron presentes en la primera semana de marzo, cuando lo chicos volvieron al colegio.
Un agente en cada puerta de los colegios controlaba el estacionamiento de los vehículos, el ascenso y descenso de los alumnos de los transportes escolares y el orden del tránsito en todas las zonas céntricas más congestionadas, como el Colegio Sagrada Familia, el Instituto Estrada y la ENET Nº 3.
Luego de estos primeros días de escolaridad, los agentes de tránsito desaparecieron, y con ellos el orden y la transitabilidad del lugar. Actualmente, autos se estacionan en doble fila, obstaculizando el paso de otros vehículos, de peatones y tapando las rampas de acceso de discapacitados. Asimismo, motociclistas conducen por la vereda, esquivando a otros alumnos y docentes que caminan por la misma cuadra.
Todos persiguen el mismo objetivo, dejar a los chicos cerca de la puerta, ni siquiera bajarse de sus vehículo y caminar. Despiden a sus hijos montados en las motos encendidas, en sus automóviles en marcha, sacando la mano de la ventanilla a medida de que se van del lugar para que otro vehículo, con otro conductor o conductora, imite el mismo ritual. Los chicos cruzan sin mirar la calle, entre los autos, apresurados, en medio de un caos de tránsito que ocurre a escasas cuadras del palacio municipal.
