Cada año la celebración de la Semana Santa nos muestra que no se trata de algo del pasado que algunos quieren recordar, sino algo actual, no es solo el pasado es el presente. Es muy fácil mirar por un momento los hechos del pasado, algo que por un instante recordamos, como nuestras vivencias de familia, la niñez.
Pero el presente es diferente porque lo estamos haciendo en este momento, no podemos evitarlo y es lo único que nos muestra que estamos vivos. La Semana Santa es algo que podemos vivir en este momento compartiendo el dolor de la humanidad.
La guerra es el mal para la convivencia de los hombres y de los pueblos, es el fracaso de la política y de la humanidad, nos recuerda el Papa Francisco y para eso nos pide la valentía de construir juntos la paz. La guerra no es solo esa realidad de destrucción y muerte que afecta algunos países como Ucrania y Rusia, no es sólo el dolor de las familias que tuvieron que huir, las noticias de reuniones para detener el fuego.
La guerra es algo que también se puede alimentar en lo personal, dejarla anidar en el corazón es tremendamente peligroso. Tiene el mismo efecto destructor que las armas, destruir a los que se supone enemigos, imponer mi manera de pensar eliminando a los diferentes, no creer en el valor del diálogo y de la escucha.
Puede ser que no mate, pero destruye la paz necesaria para la convivencia de los hermanos. No se oyen misiles ni se ven cadáveres en las calles, pero no hay amistad social y nos parece normal escuchar continuamente las críticas de todos contra todos.
Hoy la Semana Santa no se llena de imágenes del pasado, no es el recuerdo de la Pasión de Jesús, de su cruz y de su resurrección. La Semana Santa es el presente en el que estamos involucrados, alimentando guerras en el corazón o prefiriendo ser artesanos de la paz.
La Palabra de Dios nos dice que en las guerras “Lo que hiciste al más pequeño de mis hermanos, me lo hiciste a mí”, Cristo está presente en las víctimas de las guerras, pero también en nuestros gestos de amistad, de tolerancia, cuando nos proponemos construir espacios de paz. Nosotros podemos hacer que esta Semana Santa en medio de la guerra y de las divisiones, termine en resurrección, en la vuelta a la vida, en volver a valorar la vida de cada persona. El bien más valioso.
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