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Aprendamos sobre la Arterioesclerosis

Dr. Roberto Zaldua.

-”Yo lo que no quiero es llegar a viejo diciendo pavadas y sin prestar ninguna utilidad”.
Así dijo el hombre de mediana edad, tamborileando los dedos sobre el escritorio del médico. Y lo miró de reojo como para invitar al profesional a que le recete algún elixir de la eterna juventud.
Sin embargo, para su sorpresa, el médico tomó una hoja y le dibujó un redondel.
El hombre lo miró como para que siga. El médico le dijo: “Esto es un tubo, por ahí adentro corre la sangre empujada por cada latido del corazón. ¿Sabe cuántos tubos tiene Ud.?”
El hombre ni se animó a contestar. “Millones y millones” -sentenció el médico-. Algunos, muy gruesos, empezando por la aorta y otros, más finos que un cabello (capilares).
El doctor remató: “Si la sangre no camina limpiamente por ahí adentro, no camina la vida. Nadando en la sangre va el oxígeno (a cococho de los glóbulos rojos), también las proteínas, las vitaminas, los minerales y otras moléculas nobles que todas y cada una de nuestras células reclaman”.
Cada pedacito de nuestros tejidos, cada célula de nuestros órganos requiere un “combustible” para hacer su pequeño gran trabajo sin detenerse. Y es visitada permanentemente por la sangre, que, muy servicial, le arrima esos nutrientes. El páncreas, las rodillas, las cuerdas vocales, el cerebro, las uñas son regados incesantemente, célula por célula. Todo nuestro ser.
¿Qué pasa si una mañana de éstas Ud quiere tomar mate y apenas sale el agua por el pico de la pava? El hombre contestó inmediatamente: ¡El sarro..!
¡Exacto! Ahí lo quiero llevar… -se entusiasmó el médico-. El secreto es mantener las arterias bien limpias. Y que este redondel que le dibujé no se vaya taponando, no junte porquerías que estorban el paso. Porque entonces la sangre tiene que fluir pidiendo permiso y las células se nutren mal.
¿Esto tiene que ver con la arterioesclerosis?-dudó el hombre-. El médico, que era muy preciso, machacó: ¡Esto ES la arterioesclerosis..!

Es natural que, a medida que vamos viviendo, ocurra un desgaste de nuestrosórganos. Si mantenemos elásticas y permeables a nuestras arterias(cada persona verácuánto y cómo…), entonces gozararemos de mejor salud.

El término “arterioesclerosis” quiere decir endurecimiento de las arterias. También se puede decir: “ateroesclerosis”, que significa que la arteria, sus paredes,se va tapizando, primerocon una materia grasa, blanda y más tarde, sobre esa base, se calcifica. Partedel calcio que circula por la sangre se queda pegado, adherido y aquellascañeríasque erantan elásticas, tan permeables, ahora ya no resultan tan eficaces. Se endurecieron, les cuesta seguir las pulsaciones del corazón.
Los profesionales de la salud advertimos este fenómeno gracias a los síntomas, las señales que nos transmiten los y las pacientes. Tal vez nos hablen de dolor o calambres en los músculos delas piernas cuando salen a caminar; o quizás, nos cuenten que, en ocasiones, padecen dolor en el pecho (especialmente, ante esfuerzos físicos o situaciones emocionales)…Tampoco faltará cada día quien consulta por mareos o porque le falla la memoria.
Estos son, apenas, algunos ejemplos que evocan que esos órganos(los miembros inferiores, el corazón, el cerebro en estos casos) están mal nutridos. Y promueven, en el profesional, el interés por conocer cuáles pueden ser las causas de esas fallas.

¿Por qué pasa esto?
Repasemos los factores desencadenantes/disparadores/contribuyentesde la arterioesclerosis. A veces se combinan y se multiplica el peligro, el riesgo arterial.
La obesidad: aquítenemos un problema clave. Por cada kilo que cargamos de másaumentael trabajo de las arterias. Tienen que alimentar esa inconveniente e innecesaria masa corporal que supimos conseguir. Pensemos, aparte, que la obesidad tiene que haberse producido por malos alimentos.Ellos dejan residuos grasos, materia prima para taponar las arterias.
La edad: es lógico que, atravesado el mediodía delavida, los años influyan. Sin perjuicio de esto, ya no nos asombramos cuando adultos jóvenes de 40 a 50 años sufren un infarto demiocardio( se obstruyen lasarterias coronarias) o padecen un ACV(accidentecerebro vascular) por otros factores como los quesiguen:
El tabaquismo: fumar nos hace mal, pésimamente mal. El mismo fabricante te lo espeta delante de los ojos cada vez que contribuís a llenar susbolsillos. En cada pitada, la nicotina y los alquitranessuman desechos que irritan las arterias y atoran el libre fluir.
La sal: moderadamente, va bienpero, si se nos va la mano, damos la razón a ese célebre aforismo que dice: “La sal es vidrio molido en las arterias”.Y no es sólo la que está en el salero sino en un tropel de “alimentos”, muchos de ellos consumidos por las niñas y los niños (chizitos, papitas, etc., etc….).
La presión alta: es bastante frecuente que la hipertensión arterial contribuya al desarrollo de la arterioesclerosis. Una arteria, sometida a una tensión alta de la sangre contra sus paredes durante largo tiempo, se resiente y se endurece.
Los alimentos ricos en grasas: esto se articula inmediatamente con la obesidad. Fiambres, embutidos, frituras, achuras, sesos, huevos en demasía, ciertos quesos, tortas fritas… (no sigas, por favor)son portadores de colesterol y otras moléculas que tienden a adherirse sobre la capita interna de las arterias.
La diabetes: esta afección, que suele hacer pie sobre la obesidad, tiene una base genética en muchos casos pero un desarrollo que depende de lo que nos llevamos a la boca: pastelería, dulces, helados, pastas… Una diabetes mal controlada termina con nuestras arterias.
El sedentarismo: a muchas personas les cuesta abandonar la poltrona y cambiar Netflix por la costanera. Hay horarios frescos que invitan a una caminata, al menos tres veces por semana. Esto dinamiza el andar de la sangre al compás de nuestra marcha.
El distrés: la vida tiene circunstancias que nos alteran, despiertan ansiedad, malasangres… Esto no es nada nuevo: penas, desencuentros, problemas económicos, dificultades en la convivencia, enojos mal procesados… Esto provocaestrés (nuestro organismo tiene que ir adecuándose a cada una de esas vicisitudes). El estrés es normal. Pero el distrés es la exageración. Si la persona vive (a veces, digámoslo, involuntariamente) cada acontecimiento de sus días con sufrimiento, en estado de zozobra, llena de incertidumbres, todo esto, más temprano que tarde se manifestará sobre sus arterias. Y germinará la semilla de la arterioesclerosis.
En nuestro próximo encuentro, ampliaremos esta información.
Dr. Roberto Zaldua.

Dr. Roberto Zaldua.