Inicio Actualidad COLUMNA DEL VECINO: La triste realidad del barrio Yrigoyen

COLUMNA DEL VECINO: La triste realidad del barrio Yrigoyen

Calle: oscuridad
Número: tanteando

Son las 14 horas del miércoles 22 de enero. La temperatura alcanza casi los 40 grados y la sensación térmica debe estar dos grados más arriba. Si uno cayera de un plato volador, podría creer que se encuentra en zona periférica de La Banda, en Santiago del Estero, o un Barrio pobre de Rosario, o de La Matanza o de Florencio Varela.
No hay calles trazadas, se circula sobre la tierra y escombros puntiagudos que intentan disimular los pozos. No hay zanjas, no hay nombre de calles, ni siquiera altura. Las casas están algunas sobre la vereda, otras se construyeron respetando una línea municipal imaginaria. Un cartel de cartón ofrece un lote en venta.
Dicen que los vende, baratos, alguien con “influencias” y que garantiza que “no va a pasar nada”. Pero no estamos en ninguno de esos lugares, estamos en Zárate, a unas 45 cuadras del centro.
Es decir, a 4 kilómetros de donde cualquier vecino, con razón, se queja del pavimento roto, o de que el agua no sube al tanque de su edificio o de que los semáforos titilan. Aquí esos problemas son inimaginables. A quienes viven aquí los castigan otros problemas.
Hace un mes que están sin agua. No recogen la basura hace meses. No hay calles ni veredas. Ni se sabe el nombre de las mismas.
A casi 200 años del trazado original de la Ciudad, el Barrio Irigoyen no está trazado, no existe. En la época del GPS, de los teodolitos digitales o laser, se llega a como se puede.
El celular no capta ni envía la ubicación. Se llega por señas. Por calle Pellegrini, como quien va hacia ruta 9, doblando en calle 14 hacia la izquierda. A los 300 metros, aproximadamente, se llega al Barrio Irigoyen. La calle Pellegrini y los barrios que la rodean exhiben no solamente pobreza, son una muestra del olvido, de la marginalidad, de que a esa gente no es que se les soltó la mano, directamente no tienen de donde agarrarse.
Las motos zigzaguean y transitan a una velocidad desmedida, como si quisieran escapar de ese lugar, al que en realidad los que van es porque no tienen más remedio. Esquivan perros, chicos y carritos que llevan cartón y plásticos. Es difícil que transiten dos autos en forma simultánea. Las dimensiones de las calles, por llamarlas de alguna forma, son tan angostas que impiden circular a dos autos en forma paralela, y más con gente caminando por ellas. No hay espacio para todos. Los vecinos identifican la entrada al barrio a repartidores o a ocasionales visitantes con el basural que está debajo de una torre de alta tensión, que, paradójicamente es el único vestigio de civilización. No hay carteles nomencladores ni señales de tránsito. Sólo alguno de lo que alguna vez fue una remisería. Y otros que venden comida pero que publicitan sólo cerveza fría.